Lula continúa los ataques al Banco Central para que baje la tasa y empiece a emitir, pero Campos Neto resiste
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A pesar de la constante y asfixiante presión del Gobierno socialista, el presidente de la entidad se mantiene firme en su postura y todo indica que el Banco Central aún no rebajará la tasa de política monetaria. La ley de autonomía de Bolsonaro lo hace posible.
El presidente socialista Lula da Silva volvió a lanzar una feroz ofensiva en contra de la independencia del Banco Central de Brasil (BCB). No contento con haber designado a dos allegados suyos en la Junta Directiva con el único fin de condicionar la política monetaria, ahora apuesta fuerte en la influencia del Senado, el último bastión tras la independencia del BCB.
El presidente de la máxima autoridad bancaria, Roberto Campos Neto, insiste en mantener fija la tasa de interés SELIC en el 13,75% interanual y resistió todos los embates del socialismo a nivel nacional. Esto solo fue posible gracias a la ley de autonomía firmada e impulsada por el expresidente Jair Bolsonaro, que le quitó el poder al oficialismo de turno para asignar a dedo al Presidente del BCE.
El Senado sigue manteniendo un papel relevante para la estabilidad de los banqueros centrales en Brasil, porque además de ser facultado para dar su visto bueno en caso de un nuevo nombramiento, también tiene el poder de presentar una moción para reducir el mandato del Presidente de la institución si lo considera adecuado.
Antes de la ley de Bolsonaro Lula habría podido intervenir el Banco Central sin mayor oposición, pero ahora recurre al Senado como una elemento de presión alternativo para imponer su política económica.
El oficialismo cuenta con una mayoría de hasta 42 senadores sobre el total de 81, pero el PT solo representa el 20% del bloque y entre los socios restantes no hay posiciones tan determinantes para intervenir con la decisión de Campos Neto.
Si bien la tasa de inflación de Brasil cayó por debajo del 4% en mayo y entró dentro del rango aceptable para la autoridad monetaria, lo cierto es que todavía se encuentra apresurado rebajar la tasa de interés porque es necesario anclar definitivamente las expectativas de inflación, y consolidar un cambio de régimen creíble muy distinto a la inestabilidad de la pandemia.
Muy a pesar de los desequilibrios fiscales y monetarios en los que se debió incurrir por el impacto de la pandemia, Brasil logró controlar rápidamente la inflación (más rápido que muchas economías desarrolladas) precisamente por la credibilidad que logró tener la política monetaria y las facilidades legales garantizadas por el Gobierno de Bolsonaro.
En este sentido, una rebaja racional, estudiada y conciliada de la tasa de interés dada por el propio Campos Neto no tiene ningún punto de comparación con una que podría ser impuesta desde el oficialismo. La diferencia es que el BCE perdería su reputación y, con ello, una dosis importante de efectividad sobre su propia política monetaria.
Por otra parte, el índice de actividad de la economía brasileña repuntó fuertemente en el primer trimestre del año, y la tasa de desocupación continúa apostada en los niveles más bajos desde 2015. Aún no existe una situación recesiva que justifique una rebaja superlativa de la tasa de interés como pretende el oficialismo.
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