La dramática realidad del comunismo cubano: Rebrota la escasez de azúcar y 300.000 personas se fugaron del país en 14 meses
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El violento estallido inflacionario y el recrudecimiento de los controles de precios terminaron por generalizar la situación de desabastecimiento en la isla. El deterioro de la situación social fomentó la emigración masiva de personas pese a las restricciones de la dictadura.
La dictadura comunista de Miguel Díaz-Canel enfrenta cada vez más dificultades para contener el colapso del sistema económico que atraviesa el país desde el año 2020. La producción estatal y colectivizada de azúcar se vio completamente desabastecida de insumos en 2022, y se registró la peor cosecha de los últimos 100 años.
Un país históricamente caracterizado por su abundancia en azúcar, con el sistema socialista encuentra la escasez más dramática en décadas y el desabastecimiento total de este producto para la población.
“El socialismo genera escasez de arena en un desierto“, suele decir irónicamente el economista argentino Javier Milei en sus conferencias, y nunca un caso de esto fue tan claro como la situación actual de Cuba con el azúcar. La falta de un sistema de precios eficiente y la centralización de la producción impiden una solución ordenada.
También se registraron importantes faltantes en los componentes de la canasta básica normada. El Estado solamente pudo cosechar hasta el 25% del arroz necesario para cumplir con el abastecimiento mínimo de subsistencia para cada ciudadano, provocando una muy tensa situación social que es solo comparable con la que hubo durante el “período especial” en la década de 1990.
Pese a la represión, el encierro y los controles, se estima que hasta 300.000 personas lograron escapar de la dictadura comunista en los últimos 14 meses, para emigrar hacia otros destinos pero principalmente hacia los Estados Unidos. Se trata de la crisis demográfica por emigración más drástica de los últimos 30 años.
El colapso social se produce como una consecuencia casi natural del violento estallido inflacionario que azota al país desde 2021. El régimen castrista combatió la escalada de los precios con la imposición de controles, y generalizó la situación de desabastecimiento.
El índice deflactor del PBI tuvo un alza del 16,6% en 2020 y hasta 401,6% en 2021, un indicador que permite capturar la variación total del promedio general de los precios (ya no tan solo los relevados por el IPC u otras canastas específicas). La eliminación del peso convertible con el dólar y el afianzamiento de los controles cambiarios provocaron el colapso de la demanda de dinero, y limitaron las trabas para la expansión de la oferta monetaria.
La dictadura admite que los precios estrictamente oficiales tuvieron un aumento interanual del 40,26% en noviembre del año pasado (el último dato disponible), y alcanzaron un pico de hasta 77,3% en diciembre de 2021. Pero estos precios son ficticios porque solo figuran en la nóminas contables del régimen, y no en las góndolas de los comercios autorizados.
En la práctica, la escasez generalizada de bienes obliga a la población a transaccionar en mercados informales, con precios mucho más elevados y ajustables permanentemente por la inflación. El economista Steve Hanke estima que la verdadera inflación cubana se abrió paso hasta el 130% en diciembre de 2022, 90 puntos porcentuales por encima de las estadísticas oficiales.
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